El horóscopo de la palabra - Claudia Ainchil

“La poesía es sin duda sentimiento, reflexión y la magia de la inspiración, que todavía algunos atribuyen a los dioses y otros al fluir del inconsciente, a esa permeabilidad emotiva con la que cuenta el poeta.

 En El horóscopo de la palabra, Claudia Ainchil, con la impronta que la caracteriza se interroga: “Quien descubre aun busca el péndulo suena en tiempos de emergencia, quien interroga me interroga”. De pronto el yo se incorpora a lo colectivo, cita a Szpunberg, a Walsh, estableciendo un compromiso que va más allá de una poesía individual, ajena al mundo exterior. Pasa de la metáfora al testimonio sin que esta circunstancia sea abrupta. “Los dueños del circo bailan al son de su tambor guetos de palabras y cabezas dentro”. “Hay hambre de mariposas”.

 La poesía es una extensa conversación con uno mismo y con un futuro interlocutor desconocido. Un cantar de palabras que pueden tener el mérito de poder ser reconocibles en la memoria del lector y conmoverlo. Al respecto se pregunta la autora: “¿Qué cantidad de palabras se necesitan para conmover?”

Hay en este poemario historias que conmueven por lo dramáticas y lo autorreferencial, aunque no lo sean. Dice un verso del poeta Jorge Clemente: “No hay más temida felicidad que la de ser fieles a nosotros mismos”. Y la poesía que se precie de tal debe serlo, a veces en forma directa eludiendo la metáfora o los eufemismos. “Como un animal salvaje, lanzo rugidos, parlantes en círculos transmiten, el registro de la voz, al acecho las líneas del tiempo, una jugada de relojería, quien es el rey, la reina o el peón”.

Los buenos versos, los que se escriben en pedacitos de cielo, o en espejos que no son de colores, suelen transportar a mundos no terrenales, espacios y tiempos imaginarios y siempre diversos. Son, como los de este poemario, una incisión, una amenaza, signo, escritura, jamás juego de palabras. Un lenguaje que entra en combustión, un poema que se va descubriendo a medida que se va leyendo, como un cielo estrellado que se horada para dejar su marca: “Palabras llenas, palabras vacías, palabras intermedias. Lo que hierve, ¿te quema?”

La poesía puede ser duda existencial, interrogantes sin respuestas, oráculo silenciado por el propio poeta. “Es mi lengua quien se queda en un sopor, es mi voz la que habla y te cuenta, en el avión cotidiano, ¿escuchas?”. Y cada uno se responderá en una soledad donde sólo pueden dialogar los lectores y los poetas”.

Omar Ramos (escritor, periodista y abogado) 


 



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El horóscopo de la palabra - Claudia Ainchil

“La poesía es sin duda sentimiento, reflexión y la magia de la inspiración, que todavía algunos atribuyen a los dioses y otros al fluir del inconsciente, a esa permeabilidad emotiva con la que cuenta el poeta.

 En El horóscopo de la palabra, Claudia Ainchil, con la impronta que la caracteriza se interroga: “Quien descubre aun busca el péndulo suena en tiempos de emergencia, quien interroga me interroga”. De pronto el yo se incorpora a lo colectivo, cita a Szpunberg, a Walsh, estableciendo un compromiso que va más allá de una poesía individual, ajena al mundo exterior. Pasa de la metáfora al testimonio sin que esta circunstancia sea abrupta. “Los dueños del circo bailan al son de su tambor guetos de palabras y cabezas dentro”. “Hay hambre de mariposas”.

 La poesía es una extensa conversación con uno mismo y con un futuro interlocutor desconocido. Un cantar de palabras que pueden tener el mérito de poder ser reconocibles en la memoria del lector y conmoverlo. Al respecto se pregunta la autora: “¿Qué cantidad de palabras se necesitan para conmover?”

Hay en este poemario historias que conmueven por lo dramáticas y lo autorreferencial, aunque no lo sean. Dice un verso del poeta Jorge Clemente: “No hay más temida felicidad que la de ser fieles a nosotros mismos”. Y la poesía que se precie de tal debe serlo, a veces en forma directa eludiendo la metáfora o los eufemismos. “Como un animal salvaje, lanzo rugidos, parlantes en círculos transmiten, el registro de la voz, al acecho las líneas del tiempo, una jugada de relojería, quien es el rey, la reina o el peón”.

Los buenos versos, los que se escriben en pedacitos de cielo, o en espejos que no son de colores, suelen transportar a mundos no terrenales, espacios y tiempos imaginarios y siempre diversos. Son, como los de este poemario, una incisión, una amenaza, signo, escritura, jamás juego de palabras. Un lenguaje que entra en combustión, un poema que se va descubriendo a medida que se va leyendo, como un cielo estrellado que se horada para dejar su marca: “Palabras llenas, palabras vacías, palabras intermedias. Lo que hierve, ¿te quema?”

La poesía puede ser duda existencial, interrogantes sin respuestas, oráculo silenciado por el propio poeta. “Es mi lengua quien se queda en un sopor, es mi voz la que habla y te cuenta, en el avión cotidiano, ¿escuchas?”. Y cada uno se responderá en una soledad donde sólo pueden dialogar los lectores y los poetas”.

Omar Ramos (escritor, periodista y abogado) 


 



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